Las inminentes subastas de Áureo para el próximo 17 de marzo contienen una selección de, como ya es habitual en ellos, magníficas piezas. Hoy me gustaría dedicar la entrada a una moneda tan gallega como este Real de Enrique II, acuñado en Santiago de Compostela, que saldrá por 900€, veremos cómo se remata.
(AB falta)
Plata
3.44g
MBC+
Anverso: EN coronadas. DOMINOS MIC I AIVTOR NON/ TIME O ENMICVS M.
Reverso: Castillos y leones cuartelados, venera debajo. RNCVS REX CASTELL LEGIO. (leyenda invertida)
La historia de esta moneda está llena de sangre, traiciones y enfrentamientos que guardan un gran paralelismo con el golpe de estado dado por Francisco Franco, casi 600 años más tarde, al ser el territorio español un campo de batalla más en el juego de poder y aliados que llevaron a Francia e Inglaterra, inmersas en la Guerra de los Cien Años, a apoyar uno u otro bando en función de sus intereses.
La relación del hijo de Alfonso XI y su amante Leonor Núñez Guzmán Ponce de León con las tierras galaicas comenzó con la herencia del condado de Trastámara (Tras [el] Tambre) y los señoríos de Lemos y Sarria, que, junto al señorío de Noreña y las villas de Cabrera y Ribera conformaron un enorme patrimonio en el noroeste peninsular. No fueron los únicos títulos que acumuló de su padre, por lo que acabó ganando la enemistad de la reina María I de Portugal, esposa de Alfonso XI, y del hijo de ambos y heredero a la corona castellana, Pedro I.
Ante la muerte del padre de ambos en 1350, no apenas había sido enterrado y Enrique, junto a su madre y sus hermanos, huyeron ante el miedo a las represalias que pudiera tomar Pedro I en venganza a los favores antaño recibidos. Los siguientes años supusieron el advenimiento de la Guerras Civiles castellanas ante la confusión e intereses de la época en uno u otro candidato al trono, el legítimo Pedro I, apoyado por el pueblo, o el bastardo Enrique II, que contaba con el favor de amplios sectores de la nobleza. Entre ellos siempre hubo una relación tensa y tirante, con periodos de apoyo mutuo alternados con rebeliones manifiestas.
En 1351 Leonor, madre de Enrique, fue encarcelada y ejecutada por su relación con las instigaciones y sublevaciones que azotaban a Castilla, Enrique, ante este suceso, huyó a Portugal, para regresar en 1352 a Castilla, perdonado por Pedro I; ese mismo año se sublevó en Asturias, arrepintiéndose al poco tiempo de sus actos ante el rey y volviendo a contar con su favor real. En 1354 los actos de destitución del, hasta entonces favorito del rey, Albuquerque y la pérdida del apoyo de Francia, sirvieron para que Enrique apoyara a Pedro en la vigilancia del antiguo favorito, que se había refugiado en Portugal; tras su muerte pasó a liderar la rebelión antes dirigida por Albuquerque, estallando la Primera Guerra Civil Castellana. Un año después del levantamiento Enrique debe huir a Francia, aliada suya.
No duró mucho la calma en Castilla, pues se enzarzó en una guerra con Aragón, que aprovechó Enrique para reintentar la conquista de las tierras castellanas; ambas tropas batallaron en las cercanías de Nájera, teniendo Enrique que refugiarse en la ciudad ante la derrota infligida por su hermanastro. Inexplicablemente, la decisión de no tomar la ciudad salvó la vida a Enrique, que aprovechó la primera ocasión para huir de nuevo a las seguras tierras de Francia.
Un último intento de sublevación, contando con el apoyo combinado francés y aragonés, consiguió deponer finalmente a Pedro I, quien tuvo que huir a través de Portugal hasta las tierras de Galicia, mayormente favorables a su persona, embarcándose en el puerto de a Coruña a Bayonne para reunirse con sus aliados ingleses, no sin antes ordenar las muertes del deán de la catedral y del arzobispo de Compostela Suero Gómez al saber que éste último apoyaba la causa del que había sido coronado como Enrique II, primero de la dinastía Trastámara.
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